UN FUEGO NO AUTORIZADO
- Parashá Tazría: Levítico 12:1-3 Hashem le habló a Moshé, diciéndole: Háblales a los israelitas, diciendo: Cuando una mujer conciba y dé a luz un varón, quedará ritualmente impura durante siete días, tanto como los días de impureza ritual por su período. Al octavo día deberá circuncidarse el prepucio del niño. Aunque corta, enseña una verdad profunda: la muerte no es el ideal de Dios. Las leyes sobre la mujer que da a luz y la enfermedad de tsaráat (el que tiene tsarát, mal llamada lepra) revelan que cualquier contacto con muerte o pérdida de vida —ya sea literal o simbólico— causa impureza ritual, lo cual impide el acceso a la presencia divina en el tabernáculo. Esto no implica pecado moral, sino la necesidad de purificación ritual para poder estar en comunión con el Dios de la vida. La ofrenda por el pecado (jatat) debe entenderse en este contexto de limpieza, no de culpa. La tsaráat, entendida por los sabios como una señal sobrenatural por faltas como la maledicencia, hacía que la persona afectada pareciera un “cadáver viviente”, reflejando una desconexión de la vida. El mensaje general es claro: Hashem habita en la vida y rechaza la corrupción y la muerte, y esto anticipa la restauración futura prometida por los profetas. Esa restauración comenzó con la resurrección de Yeshua HaMashíaj, quien inauguró la victoria sobre la muerte y nos abrió el camino hacia la vida eterna.
- Parashá Metzorá: Levítico 13: 1-2 Hashem habló a Moshé y a Aharón, diciendo: Cuando un hombre tenga en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca lustrosa, y se convierta en infección de lepra en la piel de su cuerpo, será traído al sacerdote Aharón o a uno de sus hijos, los sacerdotes. A veces se lee junto con Tazria, como en esta ocasión, trata sobre la purificación del leproso (Metzorá) y otras impurezas rituales relacionadas con la pérdida de vida (como flujos corporales). Estas leyes eran vitales en tiempos del Tabernáculo para no contaminar la presencia divina. Un aspecto destacado es la figura del “Mesías leproso” (jivrá), una imagen basada en Isaías 53 y el Talmud, donde el Mesías es visto como llagado y rechazado por el pueblo, sufriendo por los pecados de otros. El término “Mesías leproso” (en arameo jivrá) aparece en el Talmud (Sanedrín 98b), donde los sabios discuten los nombres del Mesías. Uno de los títulos que se le asigna es precisamente ese: el leproso. ¿Por qué? La base de esta visión está en el capítulo 53 del profeta Isaías, donde se describe al Siervo Sufriente como alguien que lleva las enfermedades del pueblo, es despreciado, rechazado y “llagado” (en hebreo: nagúa, que comparte raíz con nega, usada para describir la enfermedad de la tsaráat o «lepra»). Esto se interpreta como una profecía del sufrimiento y muerte del Mesías, identificando a Yeshua de Nazaret con esta figura. La purificación del Metzorá también simboliza muerte y resurrección, reflejadas en el ritual de las dos aves (una sacrificada, otra liberada), lo que refuerza la conexión con Yeshua, quien murió y resucitó. Finalmente, el texto afirma que Yeshua regresará no para sacrificarse de nuevo, sino para establecer el reino mesiánico y juzgar al mundo.
- Las parashot Tazria y Metzorá nos invitan a reflexionar sobre la pureza interior y la conexión entre el cuerpo, el alma y la comunidad: ¿Qué es pureza interior?: No se trata solo de estar “limpio” por fuera, sino de estar bien por dentro: tener pensamientos, emociones y actitudes sanas. Por ejemplo, la tsaráat no era una simple enfermedad, sino que, según la tradición judía, venía por hablar mal de otros (lashón hará). Entonces, aunque el síntoma era físico, la raíz era espiritual o moral. ¿Qué tiene que ver el cuerpo y el alma?: En la Torá, el cuerpo y el alma están profundamente conectados. Lo que pasa en uno, afecta al otro. Si alguien tenía una impureza física, debía apartarse del campamento, no solo por higiene, sino como un llamado a reflexionar, hacer teshuvá (arrepentimiento), y volver a alinearse espiritualmente.
- ¿La comunidad?: Una persona con impureza ritual debía aislarse. Eso nos muestra cómo nuestras acciones (incluso internas) pueden afectar no solo a nosotros, sino también a los demás. La Torá quiere que vivamos de forma santa, tanto individualmente como en comunidad. Solo cuando una persona sanaba y se purificaba, podía regresar al campamento: es decir, volver a formar parte activa de la vida colectiva. Tazria nos habla del inicio de la vida y de la santidad que implica traer una nueva alma al mundo, mientras que Metzorá trata de la impureza que nace del interior, muchas veces ligada a nuestras palabras y acciones. Ambas nos enseñan que la pureza no es solo física, sino también espiritual, y que nuestro comportamiento puede afectar nuestra relación con lo sagrado y con los demás. La Torá nos llama a ser conscientes, a sanar, y a buscar constantemente la restauración del alma y del vínculo con Hashem. En resumen, estas parashot enseñan que la espiritualidad no es algo separado de lo físico o cotidiano. Lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos influye en nuestra relación con Hashem, con nosotros mismos y con los demás (prójimo).
HAFTARÁ
- Los sirios huyen: Durante el sitio de Samaria por parte del ejército sirio, la ciudad enfrentaba una grave hambruna. Cuatro leprosos, marginados y excluidos de la comunidad, se encontraban a la entrada de la ciudad. Al no tener acceso a los recursos, se enfrentaban a la muerte segura. Sin embargo, decidieron actuar, preguntándose: «¿Por qué nos quedamos aquí hasta que muramos?» (2 Reyes 7:3).
- La intervención divina: En su búsqueda de supervivencia, los leprosos se dirigieron al campamento sirio, donde, para su sorpresa, encontraron que el ejército enemigo había huido, dejando atrás abundante provisión. Reconociendo la mano de Hashem en este acontecimiento, los leprosos compartieron la buena noticia con la ciudad, cumpliendo así la profecía de Eliseo sobre la pronta abundancia en Samaria. A pesar de la incredulidad del oficial del rey, quien dudó de la posibilidad de que Elohim pudiera proveer en medio de la adversidad, la profecía de Eliseo se cumplió fielmente. Este contraste subraya la importancia de confiar en las promesas divinas, incluso cuando las circunstancias parecen imposibles.
- El papel de los marginados: Los leprosos, considerados impuros y excluidos, fueron instrumentos elegidos por Hashem para anunciar la liberación. Esto resalta el valor de cada individuo en el plan divino, independientemente de su estatus social o condición física.
- Responsabilidad compartida: Al descubrir la abundancia, los leprosos inicialmente disfrutaron del botín, pero luego reconocieron su deber de compartirlo con la ciudad. Este acto refleja la enseñanza de que las bendiciones recibidas deben ser compartidas con los demás, especialmente con los necesitados.
- La advertencia contra la incredulidad: La trágica muerte del oficial del rey, quien dudó de la palabra de Dios, sirve como una advertencia sobre las consecuencias de la incredulidad y la falta de fe en los momentos de crisis.
- Cómo respondemos ante las adversidades: Se nos enseña a confiar en la guía divina, a reconocer el valor en los marginados y a compartir nuestras bendiciones con quienes más lo necesitan. Además, nos recuerda la importancia de la emuna y la obediencia a las palabras de los profetas como medio para experimentar la liberación y la abundancia prometidas por Hashem.
BRIT HADASHÁ
Yeshua limpia a un leproso: Un leproso se acercó a Yeshua, se arrodilló ante él y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme». Yeshua tuvo compasión de él, extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio». En cuanto Yeshua pronunció estas palabras, la lepra desapareció y aquel hombre quedó limpio. La lepra, en la tradición hebrea, implicaba impureza ritual y exclusión social. Además, la lepra se consideraba un castigo divino por el pecado, como se observa en el caso de Miriam (Números 12:10). Por lo tanto, la sanación de un leproso no solo implicaba la restauración de la salud física, sino también la restauración de su estatus ritual y social. El leproso se acerca a Yeshua con una actitud de humildad y fe, arrodillándose ante él y expresando su confianza en su poder para limpiarlo. Este gesto de sumisión y reconocimiento de la autoridad de Yeshua es significativo, ya que demuestra una fe profunda en la capacidad de Yeshua para sanar, incluso cuando la lepra era considerada incurable. Yeshua lo sana tocándolo, algo impensable según la ley judía. Este acto demuestra su autoridad divina, ya que, en lugar de volverse impuro, transmite pureza. Luego, Yeshua le pide al hombre que cumpla con la ley de Moisés presentándose al sacerdote, reafirmando el respeto por la Torá. El milagro muestra la compasión de Yeshua y su poder para restaurar no solo la salud física, sino también la dignidad y la pertenencia a la comunidad.